Recientemente miraba y leía un foto-reportaje de Lynsey Addario en National Geographic Magazine -que, lamentablemente, se consigue en mi cuidad con dificultad y retrasos- sobre la vida de las mujeres afganas después de la caída del régimen talibán. Aspiraba ver algo más colorido, mujeres sonrientes y con esperanza da cambios factibles en su vida diaria en un país de tribus, guerras y mayoritariamente musulmán.
Lamentablemente no fue así, por el contrario refleja lo duro que es ser mujer en Afganistán.
Mujeres obligadas a cubrirse de pie a cabeza con Burkas cuando salen a las calles para “conservar su pureza” y evitar con esto no ser miradas por otros hombres que no sean sus esposos y familiares según la ley islámica.
Mujeres que son valientes al atreverse a manejar autos sin un acompañante –le estas prohibido hacer eso tan común por estas tierras a menos que les acompañe su esposo, hermano o primo-, y que son víctimas de desprecio y burla de sus pares masculinos que lo ven como una forma de erigía.
Mujeres que están presas por pedir el divorcio cansadas de matrimonios armados desde que son niñas.
Niñas que se prenden fuego para evitar ser víctimas de vejámenes masculinos.
Dentro de toda esta locura una historia en particular fue la que provoco en mí la obligación de escribir, la terrible historia de Bibi Aisha, una joven afgana a la que su marido por haber intentado huir de él cansada de sus maltratos le cortó la oreja, el cabello y la nariz. ¡Indignante!
Bibi Aisha fotografiada por Lynsey Addario |
Aisha después de ser tratada con operaciones reconstructiva Fotografía tomada de: islam4women.org |
Las autoridades del país asiático intenta erradicar estas parcticas, pero des mi punto de vista creo que no lo suficiente como para erradicar estas aberrantes situaciones.
Definitivamente nacer mujer en Afganistán es una maldición.
Algo parecido, pero no con el mismo tono, sucede por estas latitudes. Las mujeres son sometidas a un sistema patriarcal que les dice como sentarse, como vestir, como hablar y que aspirar.
Es común escuchar a padres contentísimos porque sus hijos varones se “estrenaron con una puta” y juzgando con el mismo calificativo a sus hijas por iniciarse en el sexo. O bromas y sonrisas porque el varón de casa hace uso abusivo de la masturbación y consternación y asombro porque descubrieron a la nena practicarla.
Pero es realmente lamentable que existan mujeres que educan de esta forma y se presten como facilitadoras de la cultura machista y patriarcal de este mundo.
Enfrentemos la misoginia y el machismo con educación; no temamos a educarnos.